El coordinador de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad (OCTS) de la OEI habló con Ticmas sobre los desafíos que enfrenta América Latina para conectar a quienes generan conocimiento con quienes pueden aprovecharlo.
El Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad (OICTS) de la OEI, coordinado por Rodolfo Barrere, se dedica a generar y difundir información sobre ciencia, tecnología y educación superior en Iberoamérica. Tiene por objetivo producir un conocimiento que sirva tanto para la toma de decisiones en políticas públicas como para informar al público sobre la situación en estos campos.
El Observatorio, de hecho, recopila datos estadísticos en colaboración con los ministerios de Ciencia y Educación de la región, y sostiene un acuerdo con el Instituto de Estadística de la UNESCO, compartiendo la información obtenida con otros organismos internacionales, como el BID y el Banco Mundial. Además, la OEI participa en foros de discusión con la OCDE, aportando datos sobre la inversión en Investigación y Desarrollo (I+D) en la región, que son utilizados para la elaboración de políticas y estrategias en
estos ámbitos.
En esta entrevista con Ticmas, Barrere habla de cómo la tecnología, especialmente la inteligencia artificial, está transformando la educación y plantea la necesidad de generar un diálogo entre especialistas de diferentes áreas para abordar estos cambios. Además, discute el desafío de vincular la investigación científica con el desarrollo tecnológico en América Latina, señalando la importancia de fortalecer la relación entre las universidades y las empresas. También aborda temas como la creciente matrícula universitaria en la región, la necesidad de impulsar la educación técnica y las áreas clave de inversión en tecnología, destacando la cooperación entre países como un factor crucial para el desarrollo regional.
¿Cómo es la mirada del Observatorio con relación al vínculo entre tecnología y educación?
Tratamos de tener una mirada sobre todas las áreas porque la tecnología aborda los distintos aspectos de la sociedad. Específicamente la economía del conocimiento y la transformación digital están afectando muy claramente la educación. Es un caso muy concreto y muy revolucionario el de la inteligencia artificial, porque hasta 2022 no hablábamos de esto y ahora está en todos lados. Cada año publicamos un libro sobre “El estado de la ciencia” y el de 2023 tuvo un dossier sobre inteligencia artificial. En ese libro hay un artículo de Axel Rivas que habla de cómo la inteligencia artificial afecta a la educación. El Observatorio tiene que acompañar con información y capacidad de análisis para entender mejor esos temas.
Una paradoja respecto a la inteligencia artificial se da en que afecta a todas las áreas, pero, por un lado, los especialistas de la disciplina en cuestión —digamos: educación— no tienen profundidad en IA, y, por el otro, los especialistas en IA no tienen profundidad en la disciplina. ¿Cómo trabajan en esa articulación?
La OEI genera un diálogo de actores, que es algo que sabemos hacer muy bien. Sentamos en las discusiones a gente de distintos ámbitos. Hace poco hemos hecho una serie de actividades con profesores de escuelas técnicas y tuvimos una mesa sobre inteligencia artificial. Es súper interesante porque a veces son idiomas que ni siquiera se terminan de enganchar. Entonces, es importante mantener las evidencias que puede dar el Observatorio —números y gráficos— que ayuden a impulsar ese diálogo. Porque, si no, la tecnología te pasa por encima y, cuando te quisiste dar cuenta, tomó una forma sin que haya habido mucha reflexión. El desafío en la región es pasar de la investigación a la tecnología y la innovación. En general, en América Latina ves que hay más investigación aplicada, también un poco de básica, pero lo complicado es pegar el salto para hacer tecnología y a productos nuevos en el mercado. Ahí es donde hay que trabajar más: en levantar puentes entre el desarrollo del conocimiento y la aplicación de esa tecnología. El promedio de inversión de I+D en la OCDE es de un 60-65% a cargo de las empresas. En América Latina es al revés: excepto Brasil, que está 50-50, el resto está en torno al 25-30%. Esa diferencia marca el esenganche
entre el conocimiento que se genera y lo que las empresas hacen con el conocimiento. Esto se da hace muchísimos años y ha habido políticas públicas en todos los países tratando de cerrar la brecha, pero es complicado encontrar mejores formas de vincular al que produce el conocimiento con el que lo usa. ¿Tiene que ver con las urgencias de las economías emergentes?
Tiene que, por un lado, I+D es a largo plazo, se hace con inversiones grandes, y, por el otro, que el entramado empresarial latinoamericano es de muchas Pymes con la presencia de compañías transnacionales grandes que hacen I+D en sus países de origen. Hay que recalibrar las expectativas. Creo que hay que facilitar el vínculo entre la investigación que ocurre en las universidades —el 75% de los investigadores de América Latina están radicados en una universidad— con los que van a usar el conocimiento. Nosotros tenemos un foro donde discutir y fomentar la vinculación entre las universidades y los institutos públicos con el entorno. Hay muchos sectores en los que uno podría esperarlo. A veces vemos las puntas y es complicado entender el proceso. Sabemos que, de los chicos que empiezan la primaria, sólo el 13% va a terminar la secundaria en tiempo y forma. Es un número bajísimo. Ahí hay una brecha enorme con gente que podría llegar a la universidad y ser exitosa. Y la universidad funciona: la matrícula crece, el nivel de graduados crece, las brechas de género bajan. Hay otros problemas: la formación en TICs crece menos, por ejemplo. Pero la universidad latinoamericana es exitosa y es auspicioso que crezca en términos de matrícula. El problema es que a veces es difícil llevar a los chicos hasta la puerta de la universidad.
INFOBAE
08 agosto 2024