Al sector educativo la inteligencia artificial lo viene redefiniendo. No sólo por la eficiencia que la IA, la automatización y otras tecnologías emergentes están imprimiendo en su gestión, sino que la personaliza.

En el más reciente Foro de residentes, celebrado el pasado martes, tuve la oportunidad de participar en un panel sobre inteligencia artificial y tecnología para el crecimiento económico, en el que trascendieron importantes reflexiones que vale la pena comentar, por la incidencia que está teniendo en organizaciones, personas, sectores.

Al sector educativo, del cual hago parte, por ejemplo, lo viene redefiniendo. No sólo por la eficiencia que la IA, la automatización y otras tecnologías emergentes están imprimiendo en su gestión, como quizás es natural para todos los sectores, sino además porque la personaliza: adapta el contenido a las necesidades individuales, lo que impacta las formas de aprendizaje. En otras palabras, la experiencia de aprender puede ser más significativa. Esto es cierto porque varias de estas herramientas facilitan acoplarse a las necesidades y a los ritmos particulares de los alumnos, lo que inclina la balanza hacia una educación hecha a la medida. Desde luego, hay que preparar a los estudiantes a utilizar herramientas como la IA de forma ética, donde la transparencia y el sentido crítico prevalezcan.

Por la misma vía, la IA habilita a las empresas a hacerles la vida más fácil a los clientes con experiencias más gratificantes, lo que redunda en la fidelización y en la retención; y también a tomar mejores decisiones por un mejor y más efectivo tratamiento de grandes volúmenes de datos que esta tecnología permite.

Hay que entender la tecnología esencialmente porque nos dirigimos hacia un mundo de empresas que serán el resultado de una simbiosis entre seres humanos, máquinas e IA. Lo que llamó un conferencista en la pasada feria del libro, “la empresa sintética”. Será posible la interacción con una IA con nombre, rostro, correo, como si se tratase de un compañero más de trabajo. Si la empatía, de por sí, es una habilidad clave, seguramente lo sea en unos años la empatía digital.

Con IA de por medio y la multiplicidad de caminos inexplorados que esta comienza a ofrecer, es imprescindible gestionar el cambio, trabajar las resistencias para cambiar mentalidades, lo que facilita cambios en la cultura de las organizaciones, y empezar a propiciar oportunidades de transformación que impacten positivamente el valor de los negocios. Un esfuerzo que necesita sensibilidad, e incluso apertura desde la dirección de la empresa.

La IA nos está involucrando a todos. Quienes vienen estudiando sus usos y su casuística convergen en que la democratización de esta y muchas otras tecnologías está reconfigurando los escenarios de innovación, que ahora emerge de diferentes capas de las organizaciones, en otros niveles donde las personas están implementándola en sus procesos y procedimientos, enviando señales hacia arriba.

Gestionar esas señales debe formar parte de la agenda de la dirección, porque es la manera como las organizaciones van a cambiar su cultura, y poder descifrarlos cómo para el aprovechamiento de estas tecnologías. Adoptar una fórmula de 3P, la integración de personas, procesos y plataformas tecnológicas será clave en el mundo laboral del futuro.

Hay que promover la cultura alrededor de los datos, y no se trata de que las organizaciones se llenen de científicos de datos. Más bien, de promover que los colaboradores se sientan cómodos trabajando con datos porque son conscientes del impacto de trabajar con ellos. La gobernanza de datos, el análisis, la visualización y hasta la comunicación de datos son apenas una pequeña parte del tema de los roles que cobrarán mayor relevancia.

LA REPLICA
31 de mayo de 2024