En lo que respecta a la transformación digital de la educación superior, existe un amplio consenso en cuanto a que las universidades deben adaptarse, incorporando las habilidades y tecnologías necesarias para prosperar en una era de aprendizaje masivo en línea e inteligencia artificial. Sin embargo, con un puñado de notables excepciones, al sector parece resultarle difícil traducir esas palabras en cambios tangibles y radicales.

Las universidades son instituciones en las que la multidisciplinariedad, la experimentación y la optimización del aprendizaje están profundamente arraigadas. Sin embargo, no siempre es así cuando se trata de la estructura de la propia organización. Hay buenas razones para ello. Los sustratos de viejos sistemas de TI, datos endebles y comités directivos crean fricción, un problema que está lejos de ser exclusivo de las universidades. Una brecha cultural entre los académicos y los servicios profesionales puede significar una falta de confianza en ambas partes. Y la educación superior también se enfrenta a una amenaza real y creciente de ciberseguridad. Construir una ciudad brillante sobre una colina cuando los cimientos son inestables no es sencillo.

Sin embargo, por formidable que sea el desafío, existen formas prácticas y tangibles para que las universidades avancen y generen impulso con su transformación digital.

Para aprovechar los beneficios de la transformación digital es necesario un cambio de mentalidad. Las organizaciones creadas antes de Internet pueden afrontar mejor esta disrupción cuando cambian radicalmente su forma de pensar sobre la tecnología.

En lugar de comenzar con los requisitos comerciales, los ejemplos exitosos comenzaron estableciendo lo que los usuarios (estudiantes, personal, exalumnos) necesitan a través de datos e investigación cualitativa. Todas las universidades deben satisfacer dos tipos diferentes de necesidades: transaccionales (“presentar una tarea”) y consultivas (“prepararse para el aprendizaje remoto”).

Una nueva mentalidad va más allá de pensar de manera diferente sobre los servicios. En lugar de desarrollar todo desde el principio y lanzarlo a un público desprevenido, los esfuerzos exitosos emplean un enfoque de prueba y aprendizaje. Esto significa comenzar de a poco, construir prototipos, recopilar comentarios y repetir ese ciclo. En lugar de que la carga recaiga sobre el equipo de TI, la prestación de servicios es una tarea multidisciplinaria, que a menudo requiere la incorporación de nuevas habilidades a la combinación.

En lugar de que haya varias capas de juntas directivas que controlen los resultados, los líderes establecen resultados, hacen un seguimiento de los datos que indican el progreso y trabajan para eliminar los obstáculos que impiden el impulso. Si una organización tan compleja como el gobierno puede lograr esto durante una crisis en equipos como el Grupo de trabajo sobre la vacuna contra la COVID-19, otros también pueden hacerlo.

Liderar desde el frente
Crear roles de liderazgo claros y responsables para los servicios que más les importan a los usuarios. La responsabilidad de los servicios a menudo parece estar distribuida entre múltiples personas o concentrada en un nivel ejecutivo superior, lejos de la prestación diaria de servicios. Identificar a los propietarios de los servicios y empoderarlos para que lideren las mejoras hace que la responsabilidad sea más clara, acelera la toma de decisiones y centra la atención en lo que los usuarios están pidiendo, en lugar de que la institución hable consigo misma.

Colaborar para innovar
Ninguna institución se enfrenta sola a estos problemas. Como señaló el profesor Mark Thompson en la conferencia THE Digital Universities celebrada en abril, existe una lógica convincente para que el sector trabaje más estrechamente para abordar los desafíos comunes. Las instituciones de educación superior suelen requerir los mismos componentes de servicios digitales (sistemas para aceptar pagos, por ejemplo) cuando no se obtiene una ventaja competitiva al crear los propios. Colaborar en el desarrollo y la gestión de estos servicios podría ahorrarles tiempo a las instituciones para que se centren más en lo que las hace únicas, al tiempo que se ahorra dinero.

La educación superior se enfrenta a un momento difícil en varios frentes.

REED